El Dragón de Fuego, el más equitativo, abierto y competitivo
de todos, espera mucho de los demás. Pero aunque pueda ser exigente y agresivo,
como tiene también la bendición de un enorme energía puede ofrecer mucho a
cambio. El problema es que puede andar por el mundo con un aire de superioridad
-amén de autoritario- que hace que la gente le tema o se aparte de él. Sus
condiciones para el liderazgo quedan, con frecuencia, desmerecidas por su deseo
de que lo traten como si fuera el Mesías. Combinado con su enérgico signo
lunar, el Fuego le dará inclinaciones en exceso celosas y dictatoriales. El
Dragón de Fuego empuja demasiado, aunque haya poca resistencia.
En realidad es una persona abierta y humanitaria, amante de
la imparcialidad y deseosa de descubrir la verdad a cualquier precio. Sus
críticas son objetivas y tiene el poder de movilizar a las masas con su
personalidad vibrante. Constructor de imperios por naturaleza, tendrá en vista
el supremo orden de las cosas... con él en la cima, naturalmente.
Como el Dragón de Fuego suele ser presa de una ambición
personal insaciable, es irascible, desconsiderado e incapaz de tolerar nada que
no alcance a la perfección. También cae en generalizaciones excesivas o saca
conclusiones precipitadas, y es frecuente que agrupe a la gente en categorías
sin tener en cuenta sus diferencias individuales ni percibirlas siquiera.
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